Disculpe Su Señoría. Es su primer destino, ¿verdad?

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Con el miedo en el cuerpo y la bisoñez tatuada. Así llegó aquél juez en el verano de 1989 a la Costa Brava.

Podía haber escogido muchos otros destinos, pero tenía claro tanto que quería vivir cerca del mar, pese a las múltiples advertencias sobre un primer destino de esas características, como que tenía que emprender su nueva travesía cortando el cordón umbilical. Tarde, pero… ¡Ya tocaba!

Con la emoción y nervios propios del momento, tomó posesión en la Sala de Plenos del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sito en Barcelona y después, metidos de lleno en la canícula, marchó a su primer juzgado: un bello pueblo gerundense de la comarca de «La Selva».

De camino al despacho, comenzaron a asaltarle las dudas ¿Cómo se dirigirían a él el resto de los funcionarios?

¿Y él a ellos?

¿Caería bien a la curia?

¿Llevaría la «L» de novato escrita en la cara? O, peor:

¿Parecería un vehículo con su pedazo «L» en el cristal trasero? ¡Ay, qué desazón!

Con el tiempo descubrió que la respuesta desde el minuto uno era afirmativa, pero en principio, era lógico que le surgieran todos esos planteamientos.

Tras las presentaciones de rigor y con sentimientos contenidos, comenzó su nueva andadura. Firmó no sé cuantísimas actas y ya a solas en su despacho y llegando a pellizcarse, pensó: Esto es real, tu sueño se ve cumplido… Todavía no había terminado de sentarse en aquél sillón verde característico, con ese olor de escritorio clásico, cuando se presentó la titular del juzgado contiguo:

«Hola, te estábamos esperando, mañana empiezo mis vacaciones, tú te encargas de «tu» juzgado, del «mío» y he oído que te van a prorrogar en La Bisbal…»

Si en su espalda llevaba esa maldita «L» que en vano se esforzaba en desenganchar, su rostro, encendido, confirmó más si cabe la bisoñez. Disimuló, se despidió como restando importancia al tema, y así conoció a su compañera. Esa mañana estuvo flotando, minutó sus primeras diligencias y sin apenas darse cuenta llegó la hora de marcharse.

Al día siguiente ya saludó al resto de la plantilla, pues tenía que despachar y firmar en ambos juzgados y se puso «manos a la obra»…

Temporada alta, Costa Brava, maravilloso paisaje que… ¡No disfrutó ni un solo día! Una jornada enlazaba con la siguiente sin apenas darse cuenta: dieciséis detenidos diarios, habeas corpus, peticiones de internamiento en centro especial para extranjeros irregulares, levantamientos de cadáver…

Hablaba solo: ¿No querías vivir una aventura? ¡Aquí la tienes!…Y aprendió a golpes, como casi todo en esta vida y como no existía ni WhatsApp ni nada que se le asemejase, mas que aquellos «macroteléfonos» que ahora parecen una pieza digna de exposición en cualquier museo de arqueología, lo único que podía hacer y solo en casos extremos, era llamar a su preparador para solventar alguna que otra duda.

Vivió levantamientos impactantes, como el de un adolescente que puso fin a su existencia aprovechando unos días de asueto que pasaría con sus amigos en la playa y ,efectivamente, estos se encontraron con la escena más dantesca jamás imaginada: cuando entraron en la casa que habían alquilado, vieron sus piernas colgando al principio del tramo de la escalera y sin avanzar un paso más, llamaron a la policía y esta al ínclito que se presentó ya con el resto de la comisión judicial en aquélla casita de pescadores. El desdichado chaval estaba leyendo un libro que se titulaba: «Cómo hacer nuevas amistades».

A medida que vivía metido en esa vorágine sin tregua ni descanso, se fortalecía más y pese a la crudeza de una rutina que ya no era ficción, todas las noches se acostaba agradecido por dedicarse finalmente a lo que tanto sacrificio le había costado.

Ya con los últimos coletazos del verano, y en aquélla eterna «multiguardia», le dijeron los funcionarios que se les requería para un nuevo levantamiento: unos vecinos, alertados por el fuerte hedor que salía de un segundo piso, habían puesto el hecho en conocimiento de la policía.

Se desplazó además, con el médico forense y la secretaria judicial. El propio médico, ya un profesional avezado, advirtió de lo que se podían encontrar y, en efecto, se confirmó la sospecha. Fue un levantamiento duro, pero era tal el ritmo al que ya se había habituado que se soportó con firmeza.

No se sabía si el «hallazgo» era un hombre o mujer, era «alguien» tumbado en una cama, pero nada más se distinguía y tras los trámites de rigor, el juez, con su maldita «L» en la espalda (albricias ¡parece que se me está despegando!), ordenó el levantamiento de cadáver que fue sacado y trasladado.

Ya en la vivienda, comenzó una minuciosa inspección ocular: con el juez siempre dirigiendo la comitiva, se abrieron cajones, armarios, se entró al resto de habitaciones, observaron la cocina, su menaje…Todo guardaba un impecable orden.
Pero en la mesilla de noche de la habitación donde fue hallado ese «alguien», había un tubo de pastillas vacío y dos sobres con dos nombres alemanes.
Se incautó lo necesario y finalizó la diligencia ya casi cuando asomaba el crepúsculo de la tarde.

¿Ordena algo más Su Señoría?

Nada más, gracias, en cuanto sepan la composición de lo que había en el bote y se hayan traducido las cartas, me dan cuenta. Hasta mañana.

Pasaron cuatro días. Nada se podía decidir sobre el destino del «hallazgo» en tanto no se supiera su identidad y resto de datos ineludibles. Y esa mañana, vino el jefe del grupo, y entregó al juez el resultado de los análisis y las cartas traducidas.

Las pastillas eran benzodiacepinas. El forense, en su informe ya había dictaminado la causa del fallecimiento: se trataba de una mujer de constitución atlética y una edad aproximada de treinta y cinco años, cuya causa de muerte había sido autolisis por ingesta masiva de aquéllas.

¿Y las cartas? ¿Qué decían las cartas?:

Una, iba dirigida a su madre, de la cual se despedía y a la que explicaba por qué había planificado todo, y otra, iba dirigida a su amante: Wolfgang.

«Querido Wolfgang:

Cuando leas esto que te escribo, ya habré zanjado un triángulo insoportable. Llevas años prometiéndome que te separarías de tu esposa, años disfrutando de un nido de amor aquí en Blanes que ya no es nido de amor, ya es cárcel y lugar clandestino para mí. Necesito recuperar mi libertad y muchas otras cosas que me has robado. Tengo muy meditado lo que hago y sé que encontraré por fin esa paz que me has arrebatado.

Tuya siempre: Hildegard».

P.D: Quiero que mis cenizas se esparzan por un mar incomparable: nuestro mar mediterráneo y aquí, en este lugar que tantos años ha sido nuestro refugio».

BLANES

Cuando Su Señoría leyó por segunda vez esa carta, activó su parte emocional, (¡maldita sea!, ¿y no poder desprenderme de la «L»?) y esa empatía que siempre había tenido: con «L» o sin «L» pegada a la espalda, que la voluntad de Hildegard se cumpliese solo dependía de él y de su afán por respetarla porque el tiempo apremiaba y a ese alguien que ya tenía nombre, había que darle un destino.

Se informó, era un trámite novedoso para él, removió Roma con Santiago. Habló con el consulado, se localizó a su escasa familia, hizo todo lo que pudo, hasta que finalmente decretó el archivo de las diligencias.

Ya entrado el otoño, con esa brisa que azota de forma tan placentera y esa tramontana que se anuncia, una mañana, tomando café con el comisario salió el tema a relucir:

¡Ah, caray! no se lo dije Señoría, acostumbrados a puro trámite y como este ya se archivó, se me pasó: se cumplió su voluntad, ¡menos mal que fuimos expeditivos!

Una sensación agridulce recorrió el cuerpo de Su Señoría, a la vez que cierto descanso y sobre todo y ante todo, la plena satisfacción que se experimenta con el deber cumplido, deber más que profesional, incluso personal, a la par que escuchó un ruido como de algo metálico que había caído al suelo:

Se giró y cuando ya olía a tramontana, observó que la «L» se había esfumado.

Las cenizas de Hildegard forman parte del mar mediterráneo.

COSTA BRAVA

Verano del 89: Inolvidable. Siempre en mi memoria.

A todas las Hildegards: La vida es bella, hay que estrujarla sin contribuir ni un ápice a que ese ciclo se acorte.

A todos los perseguidores de sueños, para que pronto se conviertan en conseguidores.

https://www.youtube.com/watch?v=QbnB5npEc7g

@angels_blaus

Publicado por

Àngels Blaus

Cada aprendizaje es un regalo, incluso cuando el dolor es tu maestro. Quiero seguir siendo apasionadamente curiosa.

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