«Envidia Sana» ¿Realidad o ficción?

envidia

En plena canícula leí estupefacta y asistí ídem a una noticia y al revuelo que se organizó en torno a ella, relativa a una situación surgida entre dos profesionales en la que se planteaba quién debía proseguir con la instrucción de diligencias o causas muy mediáticas (hoy afortunadamente superada).

Ello me llevó a esa legendaria, estereotipada o, por el contrario, a veces muy real, rivalidad entre mujeres y eso es lo que más me fastidió.

Realmente el inicio del post no es más que un modo de enlazar con su auténtico fin y es mostrar mi total irritabilidad por esos clichés que no hacen sino tomar fuerza con estas tesituras.

Es sabido que cuando una mujer “llega alto” se coloca en el ojo del huracán y se le exige mucho más. Va a ser tanto o más inspeccionada y criticada que un varón y, a veces, esa supervisión furibunda proviene de sus propias congéneres. Eso es lo que más me chirría, aunque no descubro nada nuevo.

Y ¿por qué? ¿Existe la envidia sana?, o ¿la envidia por su propia definición y naturaleza es insana? Yo, sin lugar a dudas, me decanto por esta segunda teoría.

Pero vayamos por partes: primero, ¿por qué? Siempre he pensado que a una determinada edad existe una explicación puramente biológica, es todo más, digamos, «instintivo». Se supera esa etapa –ya tienes lo que tanto deseabas o simplemente has elegido otra opción- y aunque no entre todas, por supuesto, sigue existiendo esa rivalidad y reitero: ¿por qué?

No conozco una respuesta exacta, la dejo abierta, aunque en mi humilde opinión es como una manifestación de un lastre. Durante mucho tiempo no nos han dejado “sacar cabeza”. De hecho, hoy sigue siendo muy difícil (el famoso techo de cristal está ahí por más que nos pese), y cuando se consigue es como si la mujer se atrincherase por lo que pudiera suceder. Esa actitud de autodefensa permanente provoca todo tipo de reacciones.

Pero a lo que voy, ¡cuánto avanzaríamos si tuviésemos mentalidad de lobby! Ello no es sinónimo de sectarismo, en absoluto, pese a lo que algunos puedan creer, a mi juicio, erróneamente.

Y en segundo lugar: ¿existe la envidia sana?: NO y NO con mayúsculas ni entre hombres ni entre mujeres ni entre hombres y mujeres (y viceversa…). Sufre el envidiado y mucho más el envidioso, no es más que la manifestación de una baja autoestima, incluso un sentimiento de incompetencia personal y en el ámbito profesional, créanme, puede ser una auténtica tortura psicológica y afecta muy negativamente a nuestra vida laboral.

Por otro lado sería injusto no hacer hincapié en que cuando se forjan buenos lazos femeninos, estos son indestructibles. Todas, creo, hemos vivido ambas experiencias, el lado «oscuro» y el de la sensación de unión y complicidad a prueba de bombas. Tengo la suerte de disfrutar esta última de un tiempo hacia acá.

Pero no vivo en «los mundos de Yupi». Hablamos de algo que existe y existirá, aunque desde luego, no es sano y si alguna vez pudiese vivir en otro planeta me pido erradicar ese “antiguo pecado” capital (o no tan antiguo).

7pecados pitufos

@angels_blaus

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Eley Grey

Si quieres a tu hija íntegra:

No le des más importancia a su cuerpo que a su inteligencia.
Piensa en las consecuencias antes de reprocharle su aspecto.
Olvida las apariencias.
Valora quién es y en quién se puede convertir.
Motívala para que aprenda cosas.

íntegra I
Ayúdala a entender que existen muchos caminos distintos para encontrar soluciones.
Trasmítele que las cosas no son blancas o negras, que existen multitud de matices.
Recuérdale a diario que la importancia de las pequeñas cosas pasa por una vida sana.
No critiques otros cuerpos, otros rostros.

íntegra
Aprende a enseñar cómo funciona su cuerpo, no qué aspecto te gustaría que tuviera.
Deja que elija qué ropa se quiere poner, sin juzgarla ni intimidarla.
No normalices imágenes de otras mujeres en situaciones de inferioridad.

Fomenta la naturalidad en las tareas de dentro y de fuera del hogar.
Edúcala en el respeto hacia los demás, pero sobre todo en…

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Padrinos: estreno de toga y puñetas

Día inolvidable cuando entras en esa Sala de Plenos con tu padrino y comienza una nueva vida.

Con mi toga y mis tacones

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Hay un dicho popular que reza que el que no tiene padrino no se bautiza. Gran verdad, aunque no hablemos de religión ni del sacramento del Bautismo. Tener a alguien que te introduzca en el mundo al que una aspira a veces no sólo es úitl sino necesario. Y en el teatro es más que eso. Aunque hay a quien el talento, la suerte, o ambos, le llevan a triunfar sin padrino o madrina conocidos, al menos para empezar es más fácil si se tiene un avalista detrás. Y si no, no hay más que echar un vistazo a la cantidad de apellidos del mundillo que se repiten. Eso sí, sin quitar mérito a nadie, que una cosa es tener la oportunidad y otra mantenerse, y eso ya es cosa del apadrinado. Y, si seguimos echando un vistazo, también podremos ver la cantidad de hijos, sobrinos o protegidos de…

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