NO, significa: ¡NO!

El Derecho penal era y creo que es, una de las asignaturas más divertidas de la carrera (hoy sería Grado en Derecho y otros similares).

Estábamos deseando que llegase la Parte Especial con aquel plan que yo estudié en mi querida Valencia, que distinguía además entre Derecho público y privado, elección que tenías que tomar en 4º (supongo que estos detalles, comparados con el plan Bolonia suenan a prehistoria). Esa parte especial, tras haber estudiado la general, consistía en el estudio de los delitos en particular y de sus penas.

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Entonces todavía nos ruborizábamos cuando nos explicaban los delitos contra la libertad sexual y sus características y creo que el magnífico catedrático Casabó se daría cuenta, el cual, por cierto, marchó muy tempranamente

http://elpais.com/diario/1994/08/19/agenda/777247202_850215.html (a quien desde aquí aprovecho para recordar con gratitud y cariño), como también se percataría Don Enrique Beltrán a la sazón Teniente fiscal de Valencia y que acabaría siendo Fiscal jefe (al que ahora rememoro con el mismo sentimiento) y ya de forma encadenada, no puedo obviar a quien fue uno de mis preparadores: Don Miguel Miravet Hombrados (q.e.p.d), en aquéllos años Teniente fiscal del TSJCV http://elpais.com/diario/2002/03/13/agenda/1015974002_850215.html, y es que, no tenía que ser demasiado cómodo explicar lo que era el acceso carnal a aquellos jóvenes estudiantes ávidos de aprendizaje.

Si como asignatura era apasionante, también lo es aplicarlo, aunque en la misma proporción es igualmente duro. Recordemos que, por ejemplo, en otras materias como Derecho civil, esencialmente, aunque ello suponga simplificar y discúlpenme, se acaba discutiendo en la mayoría de las ocasiones de temas económicos. No le resto importancia, ¡ojo!, que hasta para poetas del Siglo de Oro ha sido fuente de inspiración http://www.poemas-del-alma.com/poderoso-caballero-es-don-dinero.htm , pero es que en el ámbito que ahora trato se calibra nada menos y nada más que la libertad de las personas como uno de los sagrados derechos fundamentales. Ahí es nada.

Y volviendo al “acceso carnal”, castiga nuestro Código penal a quien con violencia o intimidación atenta contra la libertad sexual de otra persona con penetración vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías. Por tanto, es violador quien comete esta conducta y es requisito, como ya he dicho, que el acto se cometa con violencia o infundiendo miedo o temor a la víctima (no entro en conductas agravadas).

FOTOS REFERENCIALES PARA CASOS DE ABUSO SEXUAL

Me voy a centrar al hilo de la comisión de este delito, en el ámbito hombre: sujeto activo, mujer: sujeto pasivo, y también me ciño al supuesto en el que estas dos personas se conocen sin más o tienen o han tenido una relación de amistad o sentimental.

Hago hincapié en esa particular cuestión porque no sobra repetir que en Derecho cada caso es cada caso y siempre va a existir un escenario diferente. Ahora no me refiero a la violación que se desenvuelve en otra atmósfera, la del desconocido que aborda a la víctima, la que sea o a quien tiene previamente vigilada, porque desgraciadamente la figura del violador del portal o el violador del garaje no es legendaria y aquí el control de los impulsos, que es a lo que más tarde me referiré, o las probabilidades de rehabilitación de este tipo de personalidades exige otro capítulo.

Pues en ese otro plano en el que las dos personas se conocen, recientemente he vuelto a escuchar algo ya muy manido pero que increíblemente no se supera, sobre todo entre chavales y es que entre adolescentes todavía me impactan más los comentarios del estilo de: “A ella el asunto se le fue de las manos, ya tenía “esa” fama , decían que iba provocando…”

Porque si esa forma de pensar siempre me pareció tremenda, oírlo todavía hoy y entre gente joven, me hace reflexionar hasta alcanzar una triste conclusión cual es que en algunos aspectos y, sin duda, estamos sufriendo una patente involución.

También habría que hacer mucha labor pedagógica entre chavales sobre lo que es la libertad sexual y cuáles son sus límites y si tanto me llaman la atención estos anacronismos no es porque sea una opinión mía, no es nada original porque ya hace muchos años que nuestro Tribunal Supremo nos viene repitiendo que cuando una mujer dice NO es que NO, tan simple y, sin embargo, tan complicado al parecer de otros. Claro que lo dificultoso, visto desde fuera, será distinguir entre la penetración impuesta y consentida, pero eso como dice mi querida amiga https://twitter.com/MJLetrada @MJLetrada, es otra historia.

Porque los hay que, además de aquéllos comentarios, y en esta ocasión aludo a adultos y bien adultos, manifiestan que algún “no” de la mujer parece ser un sí o repiten con sorna el chascarrillo ese de que cuando la mujer dice una cosa parece decir otra o la contraria… El tema es muy serio, así que, chascarrillos aparte y puestos en acción, debe quedar claro lo que hace poco me dijo alguien muy próximo a mí cuya madurez cada día me asombra más.

Me dijo literalmente con inocencia y a su vez contundencia cuando conversábamos sobre el tema:

“Está claro, aunque estén lanzados, si ella le dice a él: «para, para», pues él, debe parar ”…

Con esa clarividencia me habló esta personita y con la misma me gustaría que se llegase a ver por chavales y no tan chavales, porque es así: Si ella dice: «para», se debe poner fin en ese momento a lo que había comenzado.

Tan simple y tan complejo para algunos.

Y para distender, termino dando un viraje y recordando con la maravillosa música de Kenny G, que uno de los mayores deleites es el que surge de una relación sana y libre, LIBRE con mayúsculas. https://www.youtube.com/watch?v=447yaU_4DF8

@angels_blaus

“Mujer de las mil batallas”

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  Así reza una bella melodía. Su madre se llamaba Valentina, ¡precioso nombre¡ (“valerosa, que tiene salud”). Era una mujer de las que siempre se ha dicho de “rompe y rasga”. En su casa llevó las riendas en todo momento, era ella la que tiraba del carro y los demás, como suele suceder, iban a remolque.

   Enerva que exista ese reparto de papeles, pero está comprobado: cuando alguien por costumbre lleva la iniciativa, el resto se relaja. Esa asunción se suele traducir en que el sobreesfuerzo, con el tiempo pasa desapercibido y a la postre, no se valora.

    Cuando se quedó embarazada y supo lo que «llegaba», decidió que se llamaría como ella: Valentina porque como dicen allende los mares, si “corajuda” era su madre (pensó), corajuda sería su niña.

   Y nació Valentina en una época en que ya se podía atisbar ciertos aires de libertad. Pero no siempre se corresponde todo con lo esperado, imaginado o deseado.

   Valentina fue una niña dócil y sumisa, acostumbrada a que su madre apagase cualquier conato en sentido contrario por su fuerte y dominante carácter. Su familia era de las acomodadas, muy encorsetada y prototipo de una determinada época.

    Tuvo pocos novios y todos tuvieron que pasar por el previo y minucioso examen de sus padres. Huelga decir que ninguno era del agrado de su madre.

  Decidió estudiar Derecho y así siguió la tradición familiar: su padre era un afamado Letrado y terminó su carrera con un brillante expediente académico.

   Ya con su título, quiso continuar estudiando. Su decisión no era sino el principio de un largo camino y así se preparó oposiciones para ingresar en la Carrera Diplomática. Preparación durísima, con una primera fase de oposición y varios ejercicios, y una segunda a modo de curso selectivo, ya en calidad de funcionario en prácticas.

   Pasó casi tres años sin ver la luz del sol. A menudo bromeaba su madre diciéndole que su única luz era la del “flexo”  y era cierto: aquéllos flexos tan antiguos y que al cabo de los años cada vez que los veía, le trasladaban a esa dura etapa.

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  No había verano ni vacaciones de semana santa o navidad, los “puentes” ni sabía que existían, solo tenía un día de descanso semanal. Podía elegir entre sábado o domingo, jornada en la que se suponía que tenía que desconectar casi por prescripción facultativa, pero difícilmente podía separarse de su mundo de apuntes y códigos.

Sacrificó amigos, sacrificó muchas cosas, incluso sacrificó a quien pensó que pudo haber sido el amor de su vida. Solo se dedicaba a estudiar y cuando se le planteó como disyuntiva la de elegir entre él o sus oposiciones, eligió oposiciones. Vivía completamente aislada, su mundo se redujo a: apuntes, códigos, padres, padres, códigos y apuntes.

 Y consiguió ingresar en la Carrera Diplomática. Ese día fue uno de los más felices de su vida si no el más feliz y asumió una altísima responsabilidad, nada menos y nada más que representar a su Estado allá donde fuese destinada.

 Había tonteado con un compañero que también acudía al mismo preparador, quien finalmente abandonó las oposiciones y se dedicó a otros menesteres. Surgió el reencuentro y algo se movió en ella: aunque él era frío y distante, a Valentina siempre le atrajo, así que si ya había conseguido su meta, solo le faltaba fundar una familia “tradicional” para cerrar el círculo.

  Mientras hacía sus prácticas, formalizaron la relación. Nunca demostró estar demasiado enamorado, pero ella absolutamente inexperta, tampoco quiso reconocer lo que parecía vislumbrarse, al fin y al cabo era mujer y no se conformaba con haber alcanzado su meta profesional, quería algo más y ello, en contra del criterio de su padre, quien tuvo que ser un avanzado en ese aspecto porque siempre pensó que la «niña de sus ojos» se bastaba y sobraba.

 Como dice un entrañable amigo del que preservo su identidad, los opositores tienen una adolescencia que puede parecer interminable, realmente se despiden de ella cuando aprueban. Se enfrentan al exterior (¡Anda, vaya descubrimiento, hay vida más allá del flexo! ), con “mucho código y poca vida” y eso les hace especialmente vulnerables.

 Es como si hubiesen sufrido un bloqueo, como si su vida y otro tipo de emociones se hubiesen paralizado el día que reducen su existencia a apuntes y padres, padres y apuntes, con lo cual cuando aprueban, realmente no han hecho el mismo recorrido que otros de su misma generación y a veces acometen un “sprint” que puede resultar catastrófico.

 Es lo que le sucedió a Valentina: noviazgo corto y poca o nula experiencia vital en ese sentido. Cuando ya superó el curso práctico y otros requisitos, pudo serle asignada la Embajada de España en Londres.  Nada impedía avanzar y dar el siguiente paso: contraer matrimonio. Es verdad que él nunca fue efusivo, que incluso en ocasiones pareció manifestar lo que podía traducirse como una especie de celos profesionales hacia ella, pero ¿por qué y para qué plantearse nada más?

 Pertenecía a una generación en la que el papel de la mujer seguía viéndose incompleto si no le acompañaba el consabido rol de madre y esposa, y muy condicionada por esos prejuicios, dio el paso, aunque a decir verdad, siempre huyó del temor que desde un principio le invadió, pero no quiso ver, no quiso pensar, ya estaba planificado: se casaron y lo celebraron por todo lo alto. Tras el banquete se desplazaron a un hotel de donde partirían al día siguiente para emprender su luna de miel, que en realidad resultó ser luna de hiel.

 La mejor suite fue para ellos. Él había bebido lo suficiente para estar muy eufórico pero no lo bastante como para no dominar la situación y antes de finalizar esa primera noche, Valentina recibió su primer empujón y zarandeo aderezado de humillaciones. Surgió una conversación relacionada con el inminente traslado a la Embajada y él, como suele sucederle a estos tipos, se encendió de forma irracional. Reaccionó igual que cuando un niño que ya ha conseguido su mejor juguete, compite con otro que tiene el mismo: eran celos, celos que ya no se iban a contener.

 No es complicado imaginar el sinuoso camino que allí emprendió Valentina, las cartas escondidas bajo manga se mostraron boca arriba por su marido desde el mismo momento en que atravesaron el hall del gran hotel donde durmieron aquélla primera noche y a esa noche, le siguieron otras muchas similares.

 Durante demasiados años fue incapaz de romper con ese círculo vicioso, siempre condicionada por una sociedad todavía muy marcada por una división de roles distintos a los que ellos en realidad tenían, por eso parecía que daba un paso atrás y se dejaba eclipsar por su marido. Era él quien llevaba la voz cantante y claramente la relegaba a la vez que Valentina consentía, entre otras razones, porque más valiese que así fuese por su propia integridad.

 No fue sino pasados casi veinte años, cuando finalmente y arropada por amigas a través de las cuales se integró en una asociación, dio el paso que supondría la obtención de su ansiada carta de libertad: denunció y mantuvo su posición hasta el final.

 Más vale tarde que nunca -pensó- , lo mejor está por llegar, y desde entonces, saborea la vida como si solo existiese el preciso instante, esforzándose para que cuando llegue su otra hora no se pueda decir que no vivió al menos desde que obtuvo el salvoconducto para su libertad y no solo saca el máximo partido de todas y cada una de sus situaciones diarias, sino que se dedica a ayudar a mujeres que han recorrido o están recorriendo idéntico tortuoso trayecto.
¡Por fin vive a su manera!

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No existe un perfil de mujer maltratada. Cuando hace años escuché semejante patochada pensé lo mismo que pienso hoy. Nadie está libre de sufrir esta lacra, sea pareja, expareja, hija, hermana o madre, si nos centramos más allá y ampliamos el margen al cerco doméstico. Nadie. Hay muchas mujeres con elevada formación que ocultan más si cabe, su sufrimiento porque creen que todavía va a existir más incredulidad o incluso sorna, en torno a esa situación y piensan que por un sector  e incluso por parte de su propio círculo, no se va a entender que precisamente, habiendo podido salir desde el principio por sus medios económicos, no lo hayan hecho frente a mujeres que desgraciadamente carecen de aquéllos, pero la solución no es matemática (para unas fácil, para otras todo lo contrario).
Existe la dependencia emocional, existen los prejuicios, existen muchos miedos, existe la hipocresía social y sigue muy vigente esa creencia de que «la ropa sucia se lava en casa» como si resultase vergonzoso y vergonzante manifestar las miserias, miserias de las que ellas son únicas víctimas.

 Aquélla creencia es errónea: hay un único camino y el camino es denunciar. A partir de ahí, solo cabe confiar en el sistema y  en los expertos, a quienes se debe acudir para rehacer y restaurar casi artesanalmente tantos fragmentos rotos.

 Este relato pretende ser un cántico a la esperanza sin la cual nada tendría sentido.

 «El mismo río de vida que circula por mis venas noche y día, circula por las venas del mundo y canta, en lo hondo, con pulso musical.

Y es una vida idéntica a la mía la que a través del polvo de la tierra alza su verde alegría en innúmeras briznas de hierba, y estalla en olas tiernas y furiosas de hojas y flores.

Y la misma vida, hecha flujo y reflujo, mece al océano, cuna del nacimiento y de la muerte.

Mis sentidos se exaltan al tocar esta vida universal.Y siento la embriaguez de que sea en mi sangre donde en este momento palpita y danza el latido de la vida que huye a través del tiempo»

Rabindranath Tagore.-

             @angels_blaus

«El mejor palco es para ti»

Mi Blog debiera haberse inaugurado mencionando a mi Padre: El hombre más importante de mi vida, pero muy valenciana yo, todo empezó al estilo “pensat y fet” y ahora me percato que en este rincón para mí tan emotivo e incluso lírico, el mejor lugar le corresponde a ÉL, con mayúsculas, así que, como el orden de los factores no altera el producto, reproduzco aquí el post que en las navidades pasadas escribí a petición de la estupenda @SaraMolinaPT y http://marketingnize.com/ a quienes agradezco que pensasen en mí y por causa tan solidaria como la de ayudar a los enfermos de alzheimer y quiero reproducirlo además, porque como dijimos hace poco, en la red nada se olvida, por eso en mi Blog mi padre tiene que tener el mejor palco.

Papá: vuelvo a hacer público mi sentimiento y mi recuerdo:

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“El padre se ha quedado niño,

débil. Casi un soplo, un aire

puede tirarle al suelo. Ahora

sus huesos son arcilla frágil

o tallos de cristal. Se queda

parado y nos pregunta por las

cosas más entrañables, como

si no las conociera…”

(Ramón de Garciasol : PADRE ANCIANO)

Diario de Noah

Confieso que uno de mis temores es perder la identidad.

No llegar a saber quién eres ni quién fuiste ni quién quieres ser o quién quieres seguir siendo, haber sufrido un total reseteo pero para no poder configurar nuevamente tu cerebro me parece tremebundo, por eso creo que hay que escribir- entre otras sanas costumbres-, y aprovechar la más mínima oportunidad para ir dejando regueros de nuestro yo, vestigios de nuestra vida, huellas de nuestra biografía, por si se esfuman nuestros recuerdos que, al menos, nuestros hijos o allegados puedan descubrir lo que tal vez no podamos contar de viva voz.

Y eso es lo que hago, porque a ratitos – aun cada vez más espaciados-, escribo a mis hijos y voy reflejando retazos de mi vida, retazos que no quiero que se borren y que algún día conformarán el legado que les quiero dejar.

La imagen que encabeza este post es la de una película que sin duda es, precisamente, una de las que nunca quisiera olvidar: The Notebook : «El Diario de Noa» en España. Película que narra una historia de amor intenso que se mantiene hasta el fin, aun cuando ella, con el paso de los años, termine sufriendo ese “mal”, pero en momentos lúcidos cuando reconoce a su pareja, es tal el sentimiento que ambos mantienen y conservan, que traspasa la pantalla y esa fuerza alcanza al espectador hasta conseguir emocionarlo.

Mi añorado padre quiso que fuese notario -ya lo resalto en mi perfil de Twitter- . Cuando terminé mi carrera de Derecho y siendo él oficial de notaría, no concebía que su hija se planteara otro tipo de oposiciones, pero así lo decidí, incluso en principio, lo achacó a mi consabida rebeldía. Pronto demostré que esa determinación estaba fundada en una férrea convicción y vocación y a partir de ese momento conté con su apoyo incondicional hasta el fin de sus días.

Él también acabó olvidando muchos datos de su semblanza por insuficiente riego cerebral, no tuvo ese mismo diagnóstico pero en cualquier caso, se esfumaron muchos episodios.

Es curioso cómo el ser humano cuando envejece, vuelve a tener comportamientos infantiles y si además tienen esa carencia, todavía se acentúan más rasgos que les convierten en “niños desvalidos”.

Su mirada ya era ausente, no era capaz de mantener una conversación coherente ni de principio a fin, se le enquistaban muchas palabras. Y así, poco a poco, se fue apagando como una vela.

Pude estar a su lado en sus últimos días y lo disfruté minuto a minuto. Pude besarle, acariciarle… Si hablaba de su gran afición: la pesca, yo le seguía, si hablaba del mar, nuestro mar mediterráneo que tanto le gustaba, yo le seguía, si sacaba a relucir algún dato de su etapa en la notaría, yo le seguía y así fue hasta que enmudeció, mezclando temas de modo desordenado, pero todo aquello deslavazado o inconexo, lo pude organizar a mi manera para intentar que él exprimiese sus últimos instantes.

Antes de dejar de hablar ya irreversiblemente, le pude preguntar: «Papá: ¿me querrás siempre?», y con una lucidez y claridad que hacía mucho que no tenía, de un modo inexplicable, abrió sus ojos y mirándome fijamente pudo responder: “por supuesto”.

Esa expresión serena y diáfana fue lo último que me dijo y algo que siempre me acompaña.

Por eso, porque no deseo olvidar nunca un episodio casi tan intenso como el que vive la pareja protagonista de la película mencionada y por si algún día se esfumase, aquí queda reflejado para la posteridad, porque como dijo nuestro gran poeta Antonio Machado: «De toda memoria, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños», y yo no quiero únicamente evocarlos, también quiero invocarlos pero si no pudiera ser de viva voz, al menos, que quede constancia por escrito.

«Y cuando llegue el día del último viaje

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar».

@angels_blaus

«En señal de mi amor, recibe esta alianza y…Todas mis contraseñas».

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Es fácil convertir este post en el prototipo de post jurídico, pero no es mi intención, primero, porque mi estilo va por otros derroteros (o eso quiero), y segundo, porque en cualquier caso, quisiera que todo el mundo que me leyese pasase un buen rato y ello difícilmente puede suceder si no se me entiende, porque no está de más recordar que en ocasiones, es complicado traducir la jerga jurídica (y también aburrido ¿por qué no admitirlo?) .

Solo un matiz en esa línea: desde el 1 de julio con la entrada en vigor del nuevo Código Penal, por fin el legislador se ha explayado y en el sentido que quiero exponer, digamos que no ha dejado “puntada sin hilo”, de lo cual me congratulo cuando de este tema concreto voy a tratar.

La Ley Orgánica 1/2015 de 30 de marzo por la que se modifica nuestro Código Penal, en el apartado XIII de su “preámbulo” explica por qué se modifican los delitos relativos a la intromisión en la intimidad de los ciudadanos.

Y oiga ¿qué es el preámbulo de una ley? -no me fustiguen ¿eh?- Conviene hurgar en lo que se viene conociendo como “mens legislatoris” -perdón por el “latinajo”-, la “cabezita” del legislador. Es decir, conviene saber por qué el legislador ha creado cierta norma teniendo tanto aquél como la exposición de motivos, un valor jurídico interpretativo.

Pues bien, se han modificado ese tipo de delitos esencialmente para solucionar los problemas de falta de tipicidad de algunas conductas y como respuesta a la delincuencia informática que, de algún modo, no tenía un encaje adaptado a nuestra era tecnológica.

No voy a hacer un listado exhaustivo de la tipología ni tampoco voy a hablar de subtipos agravados, atenuados, blablablá, porque definitivamente no me vuelven a leer, únicamente dos apuntes:

En primer lugar: Se castiga a quien para descubrir los secretos o vulnerar la intimidad de otro, se apodera de sus cartas, papeles, mensajes de correo electrónico u otros documentos de naturaleza personal (y también su interceptación) o a quien utilice artificios técnicos de escucha, transmisión , grabación o reproducción del sonido o de la imagen, o de cualquier otra señal de comunicación y a quien los difunde, descubre o cede a terceros e igualmente a quien sabiendo su ilícito origen y sin haber participado en su descubrimiento, propaga esos elementos tan personales.

Y en segundo lugar: ambas conductas exigen la falta de consentimiento de la víctima.

Hasta aquí espero no haber aburrido, ahora viene el meollo.

no se vayan todavía

¿Qué sucede si la víctima consiente?– y vuelvo al título del post-, pues que si consiento –en el caso que quiero tratar– que mi pareja, mi chico o chica, se deleite con ciertas imágenes o grabaciones pero después se divulgan, revelan o se ceden a terceros contra mi voluntad, mi chico o chica (o mi ex), está cometiendo un delito (todos o muchos estamos pensando qué supuesto puntual inspiró la cabezita del legislador).

Y esto es o puede ser harto habitual. Se obra con afán de venganza o por hacer daño cuando por ejemplo, surge una ruptura no aceptada por quien tan divinamente se lo pasó recreándose con esas imágenes y/o grabaciones, o por el mero morbo que a muchos les/nos encanta, bien entendido que ello debe suponer una lesión grave de la intimidad de quien prestó esas imágenes a su chico o chica (nuevo apartado 7 del artículo 197 Código Penal).

Por tanto, los supuestos que ahora se castigan (a mi juicio muy acertadamente), son también esos en los que las imágenes o grabaciones de otra persona en un ambiente íntimo y personal –yo me he centrado en la pareja-, se obtuvieron con su consentimiento, para después divulgarlos contra su voluntad, lesionando gravemente su intimidad.

Y a todo esto: ¿Qué es lo que lleva a que una persona no solo ceda esas imágenes (venga, llamaremos picaronas) a su partenaire, sino que incluso le entregue sus contraseñas?

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Pues supongo que es ese estado de obnubilación o trastorno mental transitorio que surge, por más que lo queramos evitar, y que impide pensar en el más allá, en algo distinto que no sea el aquí y ahora, pero no está de más incidir o hacer hincapié en que lo ideal sería utilizar cabeza y corazón.

No me dedico al “coaching” ahora que está tan en boga, pero algo de experiencia debo tener en ese sentido y desde luego, en lo que de mí dependa y a quien me quiera escuchar y leer, repetiré que hay que intentar utilizar siempre el sentido común y que en ese mundo a veces tan misterioso e inexpugnable como es el «mundo de dos», a mi modo de ver, siempre tiene que haber círculos concéntricos.

círculo concéntrico

Se compartirá un mismo centro, pero no puede perderse el oxígeno, y hay espacios que no se comparten oiga ¡así de claro!, sin que ello suponga desconfianza. A veces, es cuestión incluso de dignidad y no comulgo con esa mentalidad de: «Si no me dices todo, si no me entregas todo, si no sé todo, es que no me quieres o no tienes la suficiente confianza». Eso no es amor, es obsesión y a la postre, un exacerbado control y ya no quiero avanzar hacia otras ciénagas.

Sé que mi opinión es o puede ser controvertida y muchos no la compartirán, y defenderán que en una pareja no debe haber secretos y todo todito se debe compartir, y todo todito debe saber el uno del otro, muy bien, es un debate abierto, pero seguiré pensando exactamente igual:

Entrega la alianza pero preserva tus contraseñas.

Oxígeno-Amor

@angels_blaus

La princesa Ekaterina.

http://www.elmundo.es/espana/2015/08/10/55c7aa4cca47416b298b457d.html
… «Recibían órdenes de ‘realizar servicios sin preservativos’, como se escucha en las conversaciones grabadas durante la investigación. El control de sus horarios era total y se ejercía por vía tecnológica. Según las investigaciones, en los clubes de alterne los explotadores controlaban a las mujeres mediante un software de lectura de huella digital. En cada habitación había un lector que ofrecía información puntual y detallada del tiempo que permanecían las mujeres en ella junto a los clientes…»

MOLINOS DE VIENTO DE LEVANTE.

moscu1  Tenía los ojos de color azul cristalino. Su mirada delataba transparencia y mucha inocencia. Su piel blanca, su pelo rubio , todo indicaba sus orígenes de alma eslava. 

 Vivía en  Lesnoy cerca de Moscú y tenía familia en Dudinka, Siberia ,donde en pleno invierno se podía llegar a los 40º bajo cero . Estaba acostumbrada a desplazarse porque parte de su familia vivía en aquélla zona tan gélida.

   Había sido una magnífica estudiante y por supuesto, había seguido una disciplina férrea en todos los aspectos, destacando en gimnasia rítmica, faceta en la que llegó a obtener reconocimientos por lo que acabó siendo profesora de educación física.  Recién terminada su carrera, viajó a Moscú. Le encantaba visitarla a menudo y siempre se acordaba de las palabras de León Tolstoi : «Cada ruso contemplando Moscú siente que es la ciudad-madre» y eso mismo es lo que ella sentía. Pasó allí…

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¿Ida y vuelta?, ¿o solo ida?

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Es lo que aquél señor de aspecto hosco preguntó en la taquilla a Ingrid cuando se disponía a emprender un arriesgado viaje.

¿Perdón?, solo ida.

Ingrid se iba a reencontrar con un viejo conocido del que hacía mucho no sabía. Hubiese querido que todo estuviese planificado de otro modo pero algo le decía que el viaje solo tenía una dirección. Iba a ser un punto sin retorno aunque deseaba que lo que podía emprender tuviera principio, desarrollo y fin pero su intuición, que casi nunca le fallaba, le indicaba que esa aventura solo iba a tener un principio con pocos capítulos.

Durante todo el viaje dejó volar su imaginación, como por otro lado era habitual en ella, y cuando menos se dio cuenta escuchó por megafonía que llegaban a Atocha.

Bajó presurosa y con algo de taquicardia. Había quedado con él en un punto concreto de la estación y efectivamente, allí estaba a la hora exacta. Lo reconoció: era Alejandro –Alex, siempre Alex para ella-.

Había transcurrido más de una decena de años desde su último encuentro, llevaba una gorrita. Conforme se iba acercando no tuvo dudas, tenía esa #MalditaEnfermedad o la había tenido. No hizo falta pedir explicación alguna y en cualquier caso, en ese momento solo fijó su atención en aquéllos preciosos ojos azules que eran los de siempre. Esa mirada transparente que le cautivó desde que le conoció .

Ingrid puso en práctica una vez más lo que era infalible: la naturalidad. Fue natural y todo fue fluyendo, sin más. Alex se mostró nervioso porque le invadió una gran incertidumbre: –¿Debía incidir en lo que era evidente? -, pero ella se adelantó :

-No te preocupes, lo importante es que nos hemos vuelto a encontrar ¿Recuerdas?, dejemos atrás el pasado, no hay futuro en ello.

– Ya, pero es que yo solo tengo presente, ahora no puedo retrotraerme al pasado, no tengo tiempo, ni siquiera para rescatar recuerdos, tampoco puedo pensar en el futuro porque para mí no va a existir.

Ingrid le miró fijamente a sus ojos, esos ojos que conservaban el color de siempre, aunque no tuviese pestañas ni cejas pero ella solo miraba sus pupilas y mirándole con gesto de “sobran las palabras” le agarró de la mano y marcharon a recorrer lo que tanto le gustaba: el Madrid de los Austrias, con sus rincones, calles y plazas en las que se recreaba siempre que se desplazaba a la capital y que no se cansaba de saborear.

Fueron al Mercado de San Miguel

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y, ¡cómo no!, a la Plaza Mayor, donde disfrutaba visitando tiendas con ese aire tan vintage. Acabaron en una sombrerería y le regaló un sombrero precioso que alternaría con la gorra. También ella se compró otro y de esa guisa salieron de la tienda tan contentos.cluedo_madrid_austrias

Así pasaron todo el día. Estaba de vacaciones, podía hacer lo que más le apetecía y era disfrutar de Alex y de su mirada de mar.

Ya bien entrada la noche, surgieron las explicaciones que ella quiso rehuir desde el principio pero una vez iniciada la conversación pensó que lo mejor era limitarse a escuchar.

Siempre fuiste una gran «escuchante». Ya sé, es «oyente» pero te encanta lo de «escuchante».

-Si tú lo dices…

Alex estaba apurando el tiempo, lo estaba exprimiendo, ya vivía contra reloj, su tic tac había parado y ni los médicos se explicaban cómo, contra todo pronóstico, seguía respirando.

A partir de ahí, la elección de Ingrid fue concluyente: se quedaría con él todas sus vacaciones y, pese a que hacía tiempo que no apostaba por nadie, tuvo clara su elección, acompañaría a Alex en su última carrera y ambos de la mano, serían sprinters.

¡Y vaya que lo fueron! Los días parecían meses, las horas, días y los minutos, horas. Jamás había vivido de ese modo, aprovechaban hasta el último segundo. Pudieron y quisieron recordar cómo se conocieron y aunque tenían la tentación de lamentarse por su especial reencuentro sin futuro, no hablaban de ello.

Al principio era Alex quien con esa buena inyección de entusiasmo –chute lo llamaba él-, tomaba la iniciativa y planteaba qué hacer y así fue durante las dos primeras semanas.

Ella se dejaba llevar hasta no pensar en nada más que en el intenso instante. Si Ingrid fue un chute para Alex ,también lo fue él para ella quien, aunque optó por un arriesgado camino, ofreciendo ilusión y esperanza, se sentía la más feliz de las mujeres.

Recorrieron todos los rincones y parques de esa ciudad que siempre fue la segunda ciudad de Ingrid y en la cual nunca descartó instalarse como ya lo hizo antaño.

Pero tras esa etapa que de tan vivida pareció mucho más larga, las fuerzas de Alex empezaron a decaer, teniendo Ingrid muy claro que su ritmo sería el de aquel, sin más.

Confirmado que no se escribiría un segundo capítulo, Ingrid pudo plantearse y replantearse muchos aspectos de su vida:

Realmente, ¿qué importa la vida si no es vivida?

¿Cuánta gente está muerta en vida?

¿Qué es vivir?, ¿solo acumular fechas en el calendario, o vivir es disfrutar cada momento como si no existiese nada más que ese momento?

Ya casi finalizadas las vacaciones, Alex cruzó la anunciada travesía y ella estuvo a su lado porque así lo quiso.

Aquella lección fue la lección más sustancial de toda la trayectoria de Ingrid.

Nada importa, nada, si la persona se deja arrastrar por una inercia insulsa día tras día, noche tras noche, que, a la postre, no da ningún fruto.

Cada cual toma una dirección pero tendría que ser fructífera, solo tendría. Es una acción hipotética pero deseable y no depende de cosas materiales, solo de la creatividad y sus múltiples enfoques, de la vocación de servicio y de tantas otras.

Esencial no es solo vivir viviendo sino respirando cada soplo de aire fresco, dando gracias por cada nuevo día al levantarse y por cada nueva noche al acostarse.

Saborear, oler, palpar, tocar, abrazar, besar, oír escuchando y no solo oyendo, caminar por una calle y comérselo todo con la mirada … No hay suficientes sentidos para absorber la vida. Eso es vivir. Lo demás… ¿Qué importa?

La vida es un carnaval…

https://www.youtube.com/watch?v=uaZoajkutG8

Mi recuerdo a todos los enfermos de #cáncer, enfermedad tan cruel como maldita. A quienes han superado la batalla y quienes han luchado hasta el final sin poder vencerla.

#MásDineroParaInvestigación

@angels_blaus

«El vuelo del águila».

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Las águilas nunca vuelan a contracorriente. Se dejan llevar por la dirección del viento, cogen impulso y planean. Observarlas transmite paz.

Fabio nació con una discapacidad de las llamadas “invisibles”. Quienes no tienen ninguna “etiqueta” pueden elegir su modus vivendi pero este tipo de personas no siempre. Nunca pudo volar y planear como las águilas que es lo que en el fondo siempre deseó.

De pequeño era tranquilo. Se pudiera decir que respondía al clásico patrón de niño que solo comía y dormía. Ya en la guardería, lo único que llamaba la atención era que cuando se organizaba cualquier actividad en grupo simplemente se apartaba. Como era tan calladito pasaba totalmente desapercibido y las monitoras solo se percataban de su ausencia cuando aquélla había finalizado y lo veían arrinconado y absorto en su mundo de fantasía.

Todo transcurrió con relativa normalidad hasta que empezó su etapa de primaria. Ahí se encendieron las luces en ámbar. Se distraía con suma facilidad, a menudo se ausentaba de la realidad, era especialmente desorganizado y presentaba un aspecto desaseado por más que su madre se empecinase en llevarlo cual figurín.

A partir de ahí comenzaron dos peregrinajes: el de dar con un colegio en el que se sintiese comprendido y aceptado y el de la búsqueda de una explicación a su extraño o inhabitual comportamiento. Si el primero se convirtió en tarea complicada, el segundo no anduvo a la zaga. Tenía rabietas cada vez con más asiduidad, no aceptaba un no por respuesta, empezó a tener problemas con todo bicho viviente hasta que a su madre le hablaron de una afamada facultativa especializada en este tipo de comportamientos.

Finalmente se logró que dicha terapeuta citase a Fabio quien acompañado por su madre y abuela, se desplazó a tal efecto cuando ya contaba con once años. Tras exhaustivas pruebas , la doctora aseveró : «Es de libro, Fabio tiene un «síndrome de asperger» además de un déficit de atención. Diríase que en muchas ocasiones todo va en el mismo “pack”.

Su madre tuvo una sensación híbrida. Por un lado, cierto descanso al haber encontrado un “por qué” a las reacciones de Fabio, por otro, un tremendo abatimiento porque hubiese querido escuchar que todo era “normal”.

Disculpe doctora, ¿Síndrome de qué? ¿Qué diantres es eso?

-Mire –respondió-, la denominación se puso en honor a Hans Asperger, pediatra austríaco. Este doctor centró sus investigaciones fundamentalmente en los desórdenes de comportamiento de niños y es un trastorno que se ubica en el espectro autista.

Cuando la madre de Fabio escuchó el término “autismo” se vino abajo pero la doctora se esforzó por animarla:

-Señora, guste o no guste, hoy todo se etiqueta. Estos niños con lenguaje fluido e incluso pedante, tan solitarios por su dificultad para hacer amigos precisamente por su falta de habilidades sociales, a los que les cuesta mantener la mirada, tan rígidos, literales y algunos de ellos con una inteligencia superior a la normal, tan intransigentes y con unas emociones si no planas, casi por su falta de empatía y muy poco hábiles respecto de su psicomotricidad, se sitúan en ese arco.

Fabio y su madre regresaron a su ciudad de origen con la etiqueta bajo el brazo.

Cuando se pudo conversar con él y se le dieron explicaciones, en principio respiró – ¡Uf! al menos ya sé por qué me suceden algunas cosas, pensó- y a partir de ahí, todo se recondujo hasta que llegó su explosión hormonal.

Desde ese momento lo que en principio fue asumido y aceptado, se convirtió en negación y rechazo. Ya no colaboraba con terapias de ningún tipo y se complicó todo hasta un extremo insoportable.

Se metió o le empujaron a situaciones turbulentas pero pudo salir porque finalmente puso de su parte y también, justo es mencionarlo, por la tenacidad de su madre.

Superada esa etapa de la adolescencia, que si es crítica para todo, para él lo fue mucho más, no solo empezó a mejorar su comportamiento sino que empezó a ayudar a quienes estaban recorriendo la misma travesía que él logró cruzar con muchos rasguños pero sin ninguna herida grave.

Pudo estudiar una carrera universitaria. Habituado a centrarse hasta casi la obsesión en algunos temas, lo hizo con el idioma y cultura inglesa y consiguió graduarse con éxito, aunque continuó con esa dificultad para relacionarse con los demás que él siempre intentaba disimular con su temperamento tímido.

Marchó a Inglaterra donde fue contratado por una empresa de exportación e importación en calidad de traductor. No tuvo una vida familiar “tradicional”, tampoco unas relaciones sociales como la mayoría pero, a su modo, transitó por esos años de forma razonablemente feliz.

A su madre siempre le planteaba las mismas cuestiones:

Mamá : ¿quién marca la normalidad ?

¿Qué es realmente ser normal?

¿Ser normal implica necesariamente ser feliz y “no normal”, infeliz?

¿Hubiese sido más feliz de no habérseme etiquetado a los once años?

¿Por qué todo se etiqueta?

¿Ser de una forma o tener una determinada personalidad es un trastorno?

Nunca pudo responder a todas sus preguntas, hasta que él mismo concluyó que tampoco todo tiene que tener una respuesta.

Hoy vive mimetizado con las costumbres británicas y añade a su trabajo, el de ayudar a quienes etiquetados o no, no pertenecen a la manada.

https://www.youtube.com/watch?v=n1ZlLqWbdh8

Hay quienes quieren volar en solitario, a contracorriente y sin planear, pero otros no tienen alternativa.

Mi respeto por todos ellos, con especial mención a sus madres.

https://www.youtube.com/watch?v=MaMhzUE8SsY

#PlanetaAsperger

@angels_blaus

«Claro de Luna»

Una noche como esta #BlueMoon mi recuerdo…

MOLINOS DE VIENTO DE LEVANTE.

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  Nació sin problemas, para ella fue fácil entrar en este mundo. Fue acogida con gran amor y alegría, sin un solo trauma. Con el tiempo y por aquello del yin y el yang, ese privilegio fue duramente compensado.

 Su madre se dormía escuchando “Claro de Luna”Ludwig van Beethoven-, sonata que ya disfrutaba cuando todavía estaba en el interior de su seno porque todas las noches y tras maratonianas jornadas laborales, se reclinaba en aquélla mecedora de la abuela, esa reliquia que conservaban en la casa y mientras acariciaba y masajeaba la tripita que iba creciendo, ambas se deleitaban escuchando una y otra vez la misma pieza musical.

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Parecía que sabía que había llegado ese momento de relax absoluto porque en cuanto su madre ocupaba la mecedora de la abuela, ella dejaba de retorcerse y dar pataditas y automáticamente se calmaba.

 Cuando por fin nació y asomó su…

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