Pasa la vida.

Pasa la vida y pasa a velocidad vertiginosa. Hace mucho que no escribo, hace demasiado que no me paseo por estos lares. La vida se nos ha paralizado y ya es el segundo año que brindamos por recuperarla y repetimos el deseo de volver a la normalidad, ni vieja ni nueva, la normalidad, la que dejamos atrás. Ese gran deseo.

He tardado en escribir por varias razones, una de ellas es la ya descrita. Estamos sumidos en un letargo que ya se nos antoja eterno, como una hibernación insoportable y, por otro lado, en ocasiones me cuestiono si me merece la pena escribir arropada en un seudónimo, más allá de una gran función terapéutica, que no es poco…

Pero regresemos al título. Nuestro ritmo biológico avanza y avanza de forma inexorable, y así sea por muchos más años, ahora bien, el tiempo no solo trascurre para los demás. Queremos vivir una eterna juventud y no en pocas ocasiones vemos envejecer al resto sin querer reconocer o admitir que también los demás observan nuestro mismo marchitamiento, pero parece que queramos imaginar que el tiempo se detiene y no, no se detiene, aunque ahora lo parezca. Cuanto antes se admita, mejor. En ese sentido envidio otras culturas y cada vez me gusta menos este narcisismo tan vigente, ese vivir como si nunca fuésemos a morir.

Hoy me planteo de forma recurrente a cuántos de nuestros mayores les han robado tanto en los últimos dos años. A demasiados, la vida, a muchos, el tiempo, ese que no vuelve para nadie y mucho menos para quien ya está en los albores de otro amanecer y me da rabia, mucha rabia.

Sé que a todos se nos han sustra´ído los mismos meses, el mismo plazo, pero convendremos en que no es lo mismo cuando ya se está escribiendo el penúltimo o el último capítulo de una trayectoria vital. Esto mismo conversaba con una de «mis» funcionarias -permítaseme la licencia- y cuando le recordaba lo mucho que se lamentan los más jóvenes porque, según repiten a menudo, son los mejores años de su vida, ella me contestó: «¡Vaya, qué planteamiento tan egoísta, a quienes de verdad se los han quitado es a nuestro mayores!» Y tiene toda la razón, absolutamente toda. Los demás, a su manera, de un modo u otro, lo recuperarán o se resarcirán, y como el tiempo todo o casi todo lo cura, con la lejanía se tendrá otra perspectiva, se desdramatizará, y algún día convertiremos este periplo en una batallita que contaremos a nuestros nietos, pero, ¿y nuestros mayores? Muchos han perdido habilidades, destreza, memoria, ya no se relacionan con casi nadie y todo eso lo han perdido en un momento sin retorno. Irreparable, y me da rabia, mucha rabia.

Pienso en ti mamá, pienso en tus ya manifiestos y ostentosos lapsus, en ese confusionismo en que te vas sumiendo de forma irremediable, en ese punto que ya no será un punto y aparte porque será un punto final y me da rabia, mucha rabia, porque cuando esta pesadilla se supere, tú ya no te podrás resarcir. Pienso en ti, mamá y quiero creer que aunque sea en otra dimensión, tú y yo sí que nos podremos desquitar.

@angels_blaus

Publicado por

Àngels Blaus

Cada aprendizaje es un regalo, incluso cuando el dolor es tu maestro. Quiero seguir siendo apasionadamente curiosa.

Deja un comentario