Clifford, mi gran perro rojo.

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CLIFFORD 13/04/2007- 13/11/2017

Junio 2007.

Mis hijos eran pequeños, a principios de año habíamos adoptado uno abandonado. En absoluto estaba previsto compaginar niños tan pequeños nada menos que con dos perros, mi trabajo y tantas otras tareas. Ya jugábamos con sus padres cuando coincidíamos con ellos y con su dueña en el parque. Le conocimos en la barriga de su madre, cuando descubrimos la buena nueva al verla tan gordita. Él fue el guarino, el tercero y más pequeño de la camada, y… Nos conquistó.

¡Qué locura! ¡Otro perro cuando el primero todavía era un cachorro! Pero nos decidimos y ahora doy gracias. ¿Cómo le llamaremos? Mi hija, por entonces, a menudo veía una serie de dibujos animados muy conocida que le encantaba y cuyo protagonista era un perro rojo gigante, tan grande como tierno. Lo tuvo claro:

«Se llamará Clifford, mamá».

Diantres, pensé, cuando vaya al veterinario y le diga el nombre… Vamos, la antítesis a los de toda la vida: Toby, Chispa, Chiqui, Rocky, pero bueno, siempre tendría una explicación cuando me preguntasen:

«¿Cómo?

Sí hombre, como la serie de dibujos animados, la del perro rojo gigante».

Desde el principio tuvo muy clara la jerarquía establecida. Había llegado el último y el boss era el otro. Entre tantas anécdotas que lo confirman, por ejemplo, siempre comía después, nunca utilicé dos cuencos, guardaban estricto turno, jamás hubo problemas, y cuando paseaban siempre hacían «panda». Que el otro (el peleón y desconfiado), se envalentonaba, allá estaba Clifford de apoyo y refuerzo, y por la calle hacía honor a su nombre, porque una bolita que llegó a pesar ocho kilos, se crecía y crecía y a nadie ni nada temía. En esos momentos siempre pensaba que mi hija no pudo elegir mejor nombre para él.

Fue juguete viviente, peluche, se dejaba disfrazar, mis hijos le ponían su gorro de Papá Noel en Navidad y en casa era tal cual: un peluche; silencioso, nada follonero, cariñosísimo, tranquilo, pero eso se transformaba cuando salía a pasear, porque entonces cambiaba de color y tamaño, como el de los dibujos animados, o como Hulk, pero en lugar de color verde, era rojo. Era el primero en recibirnos, el último en despedirnos, sabía y entendía perfectamente cuándo se venía o cuándo se quedaba.

No podemos devolverle toda la lealtad que hemos recibido, su eterna e infalible compañía, su inmenso y constante agradecimiento, su mirada limpia y profunda, esos ojos que hablaban, su colita que, como siempre repetíamos, parecía una zanahoria, tan expresiva, esa que delataba tristeza, alegría o estado de alerta, tan característica de los West Highland white terrier (terrier blanco de las tierras altas del oeste de Escocia), raza de personalidad muy marcada. No podemos, pero sí podemos dejar nuestro testimonio y nuestro pequeño homenaje.

Hace poco recordaba a mi tía Elvira aquí: París, siempre nos quedará París. ,uno de esos relatos que tanto me gustaba escribir contigo a mis pies, pues escucha: cuando entre nubes, ella, con su maleta clásica, esa del Rastro, viaje a París, la acompañaremos, como si viviésemos una de las aventuras de Tintín y Milú, al que por cierto, tanto te parecías.

Así que, Clifford, mi gran perro rojo gigante, has dejado un vacío también gigante pero del mismo tamaño es y será nuestro recuerdo. Concedo un gran valor a nuestro último año porque la providencia quiso que lo disfrutásemos como nunca.

Hasta siempre Clifford, espérame entre nubes, esas tan blancas como tú, sé que lo harás. Gracias infinitas por tanto recibido a cambio de tan poco: tu cuenco con tu segundo turno, tu agua limpia, tus revisiones y tus paseítos.

Se acortó tu agonía, se dulcificó tu partida. Hasta siempre mi pequeño gran perro.

clifford post

@angels_blaus

Publicado por

Àngels Blaus

Cada aprendizaje es un regalo, incluso cuando el dolor es tu maestro. Quiero seguir siendo apasionadamente curiosa.

3 comentarios en «Clifford, mi gran perro rojo.»

  1. Ay como te entiendo amiga, y que homenaje más bonito. Te acompaño en el sentimiento, como siempre hemos dicho de la forma más coloquial, porque ciertamente sé lo que se siente .Ahora hay una nube más en el cielo para pintárnoslo más bonito.
    Besos. Rosi.

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