Supongo que será por la explosión de las RRSS y las nuevas formas de comunicar de esta nueva era, pero lo cierto es que no hay día que no lea algún consejito happy. En temas de salud, dieta, sexualidad, educación, psicología y tantos otros campos.
Al principio me agradaba, leía con atención y casi tomaba apuntes –caricaturizo ¿eh? – pero últimamente ya me desborda. ¿Realmente necesitamos una vida absolutamente teledirigida? ¿Todo, todo pero todo tiene que ir aderezado de pautas y advertencias?
¿Y si las sigo y nada sale como se te indica? ¿Qué hago? ¿Me frustro?.
Es como si cada paso, cada momento tuviese su manual de instrucciones. Oiga pues no, todo no. En ocasiones es mucho mejor que fluyan las situaciones sin más, porque con tanta instrucción tal vez estemos consiguiendo el efecto contrario. No sé si tanta información y tan inmediata se puede procesar pero a veces simplemente agobia.
De entre los ejemplos “frescos”, el otro día en una red social leo y veo (todavía no oigo) bien explicadito y pasito a pasito no sé cuántas virguerías que ríase del kamasutra versión actualizada 3.0. Vamos ni el más moderno… Nada, nada, para llevarlo a cabo tendrías que ser cuanto menos contorsionista, pero claro eso queda en la retina y lo más dramático, en la memoria y luego pasa lo que pasa…¡Ea!
También me llama poderosamente la atención todos los consejitos happy relativos a la educación y ahí sí se genera una gran frustración ¡Vaya, nada que ver con el Kamasutra 3.0! Mucho peor, muchísimo peor porque además de intentar aplicar los consejitos sin que nada coincida con tu propia realidad, te entra como dice mi buena amiga @gisb_sus , el síndrome de «maricomplejines» y te planteas aquello tan manido de #malamadre y por ahí sí que no paso.
Y por poner otro ejemplo, leí hace poco sobre “cosas extrañas que hacemos cada día” y resulta que de entre ellas se especifica y discúlpenme si les parece ordinario, sorry, la de “no cambiar el rollo acabado de papel higiénico” (¿extraño?). Pues bien, se puede construir casi una tesina al respecto porque resulta que la mayoría opta por dejar el cartón y que lo cambie el siguiente –se siente-, pero ello es debido –según investigadores de una Universidad americana-, a la falta de motivación y como tan ardua tarea no tendría recompensa alguna, pues tendemos a dejar el cartón y el «marrón» para el siguiente.
Vamos a ver: ¿Tengo que estudiar “La metafísica de las costumbres” de Kant o “La metafísica aristotélica” y su teoría de la sustancia, para averiguar por qué dejo el cartón para que el siguiente se apañe? –pregunto, solo pregunto sin acritud-. Mire usted, es mucho más sencillo: somos gandules y egoístas y punto o si no somos, que suena muy rígido, pues tendemos a ello.
En fin, que los consejitos happy a una servidora ya le saturan y tal vez, solo tal vez, estemos complicando lo sencillo porque a lo mejor lo sencillo no da para tantos chorros de tinta.
Pasen buen día.
@angels_blaus