Confieso que ese término (señora), según en qué situaciones y contextos, hasta hace poco suponía cierto respingo por mi parte. Al principio, en mi vida diaria, lo relacionaba con algo ineludible (el paso del tiempo). Pronto te acostumbras y sin ningún problema. Hace poco ese apelativo me supo a gloria bendita. Lean, lean…
Un día cualquiera de otoño.
Demasiado se ha alargado la mañana. Mi hija esperándome a la salida del “cole” me torpedea con el WhatsApp :
“Mamá, por favor, baja yaaaaa”.
Espera hija, tengo que terminar.
“Jooooooo”.
Casi media hora después:
“¡Menos mal!, tienes que comprarme un libro, tienes que firmarme una autorización, traigo las papeletas para el viaje fin de curso, me tienes que ayudar a venderlas …blablablá…” “Mamá, ¿me escuchas? Y hay que ir al supermercado…”
Ya,ya… Tu hermano también necesita un libro, los compro a la vez.
“Mamá, mamá, ¡no me atiendes!, ¿qué comemos?
¡Ah! Me dejé anoche lentejas.
Pero a mí me las mezclas con arroz.
¡Ufff! aunque cueste poco, pero ahora hervir arroz como que no. Solo me apetece calentar en el microondas y ya.
Vengaaaaa ¡Porfa, porfa!
Vaaaaale pero mientras paseas a los “perretes”.
Ok.
Y ya casi con el arroz cocido para mezclárselo con las lentejas, regresa lívida: mamá, por la zona por donde paseo a los perros hay una chica ensangrentada y sentada, no se puede levantar…
Mi expresión fue entre sorpresa e incredulidad. Le dije que colase el arroz y empezara a comer.
Ya me había puesto ropa cómoda y rápidamente salí. Por si acaso, solo llevé llaves y un móvil antiguo. Fui a la zona donde mis canes disfrutan, no vi a nadie (¡qué raro!) y sin dudarlo, di voces (es una zona aislada):
¿Hay alguien ahí? Y repetí.
Tras ello escuché:
Aquí, aquíííííí.
Me acerqué a una zona pedregosa, donde hay como un terraplén y una valla, no la pude saltar y vi a una chica de algo más de veinte años, corpulenta, con muñecas ensangrentadas y sentada, tras haber caído por una especie de talud y al fondo, una silla de ruedas.
Tranquila, te voy a ayudar, ¿estás bien?
“Sí, pero me odio”.
Tranquila, de verdad, te voy a ayudar ¿Eres inválida?
“Sí, desde los dieciocho años por un accidente que tuve y por mi culpa. Me odio, soy idiota”.
No eres idiota.
Su hija me ha tenido miedo, ¿verdad? (Ahí mi dominio se desmorona algo).
Eso da igual, estoy aquí y punto. Mira, no te vas a poner nerviosa pero necesito el tiempo imprescindible para pedir ayuda.
Está bien.
¿Me prometes que no te vas a poner nerviosa?
Sí.
De inmediato llamé al 092, resumí lo sucedido y esperé en lugar visible porque el susodicho estaba bastante escondido.
A los quince minutos, que se me antojaron muchos más, aparecieron dos agentes de la policía local motorizados y al poco una ambulancia. Les conduje hacia el lugar y corrimos.
Los dos agentes intentaron asir a la chica por las axilas y es cuando me percaté. La silla tenía bastante sangre y en el suelo un cúter… En ese momento todo me cuadró (me odio, soy idiota)…
Los facultativos del 112 le vendaron sus muñecas, le pusieron un collarín, la colocaron en la camilla. A mí me tomaron los datos y en ese instante cuando ella se incorporó, me acerqué:
Campeona, ¿lo ves? Te prometí que te iba a ayudar.
Al repetirle: «campeona», se incorporó todo lo que pudo, me agarró de la nuca , se colgó de ella y me besó muchas veces:
“Gracias, señora”.
Hacía tiempo que ese término no me gustaba tanto pero ese día, como antes dije, me supo a gloria bendita.
Esta es la historia de una ciudadana cualquiera en un día cualquiera.
Cada día es nuevo, cada día aprendo, cada día doy gracias y hoy me las han dado a mí.
Mi reconocimiento, como siempre, a la policía local y al servicio de atención de urgencias 112.
Pd: De una ciudadana anónima a otra ciudadana anónima:
Espero que te recuperes pronto. No eres idiota, nadie debería sentirse así y no te odies, quiérete. Con silla de ruedas, sin silla, con amor, con desamor, con tristezas y alegrías, con días altos y días bajos, esta gran aventura que es vivir merece la pena.
Ojalá en horas, cuando amanezca, alguien te diga: Buenos días, princesa.
@angels_blaus
Sobrecogedora tu historia, seguro que a esta princesa se le ha aparecido un ángel.
Me gustaMe gusta
Muchísimas gracias. Mi madre es una heroína, como tantas…
Me gustaMe gusta