Cuando Marina era pequeña, y vivía en un país en blanco y negro, más negro que blanco, solo existían regiones, después ya sabemos cómo pasaron a denominarse y cuando jugaba, sobre todo lo hacía en la calle. Saltaba a la comba, a la goma, o hacía un poco el bruto con el «churro, mediamanga, manga entera», en el que solía deslomarse o deslomaba, ahí no había medias tintas, o castigabas lumbares ajenas o te castigaban las propias, pero, ¿y lo que se disfrutaba?
En clase y a la hora del recreo, las chicas solían jugar a juegos de chicas, como las tabas o los cromos, pero a la niña del blanco y negro, más negro que blanco, lo que más le gustaba era cantar y así, con sus amigas quedaba en su casa, que para eso era la más grande y con múltiples escondites donde poder divertirse con intimidad. Se las ingeniaban con el artilugio de madera que utilizaba su madre para hacer «allioli» en el mortero, e imaginaban que era un micrófono, y con ese teatrillo montado, palo de mortero en mano, cuando era un retaco y soñaba con ser alta, muy alta, cantaba:
Quisiera ser tan alta como la luna,
¡ay, ay!, como la luna, como la luna;
para ver los soldados de Cataluña,
¡ay, ay!, de Cataluña, de Cataluña.
Con el paso de los años, mira por donde, se convirtió en una mujer alta, muy alta para su generación, y cuando recordaba la letra de esa canción no acababa de entender su significado. Tal vez lo único que se buscaba era su rima, o que fuese pegadiza, pero no podía evitar preguntarse: ¿qué tiene que ver ser alta para ver a los soldados de Catalunya? Y buceando, averiguó que es una canción muy antigua y que su letra podría guardar relación con la Guerra de Sucesión, que ya sabemos cómo terminó.
En alguna época, la letrilla y esa cantinela le martillearon el cerebro y cuando sentía ese mazazo, una mezcla de sentimientos se le entrecruzaban ¡Maldita sea!, siempre defendió que tenía la mejor costa del país, y que particularmente, una de sus provincias era la más maravillosa, provincia que le traía gratos recuerdos, hasta el punto que de tanto en tanto, le asaltaba un perfume a tramontana que jamás olvidaría.
Pero durante un tiempo le invadió la desolación, rabia, indignación, tristeza, impotencia, porque a menudo le atrapaban ideas fragmentadas. Ella que siempre había tenido pensamientos íntegros, no le cabía la parte, jamás pensó en porciones, tenía en su ADN un mapa absolutamente definido, con márgenes y fronteras que no le cabían por ningún otro lado. Sentimientos que eran recurrentes, como así era esa situación que no sabía canalizar, ella, tan optimista siempre, ¿iba a permitir que se le apoderase el pesimismo?, ¿iba a consentir que su vida fuese otra vez en blanco y negro, más negro que blanco? No lo podía asumir, era imposible que quienes podían remediarlo no lo remediasen, no cabía mayor despropósito, pero cada vez se metía en un túnel más y más profundo y oscuro…
Marina despertó sudorosa y con taquicardia, hiperventilaba, su ritmo cardíaco era tal que tuvo una sensación horrorosa. Se frotó los ojos, se incorporó muy lentamente de aquella maravillosa cama, separó su melena de la nuca, estaba empapada, procuró no despertar a su compañero que dormía plácidamente, y confirmó ya con los pies en el suelo, que se trató de una horrible pesadilla.
Agosto de 2020: Marina sigue disfrutando de sus paradisíacas vacaciones en su hotel, tiene una habitación con vistas, las mejores, no quiere otras. Desde su ventana se deleita con su cala preferida en Begur: Aiguablava. Su compañero sigue relajado con su clásico libro entre manos, ella prefiere el ebook y de vez en cuando ojea Twitter: la vida transcurre con normalidad, alguna que otra mala noticia, como siempre, pero nada alarmante. Menos mal que lo de esta noche ha sido una terrible pesadilla, pensó. Hacía muchos años que no las tenía.
Tranquilidad, relax. En 2021 volverán al mismo hotel, estará todo en el mismo lugar y harán el mismo recorrido, tal vez hagan alguna escapada a la costa azul, ¡tienen tan cerca La Jonquera!
Finaliza el verano de 2020, ¡el tiempo pasa volando!, ya han hecho la reserva para el próximo año: 2021, y volverán renovados a sus destinos, como es habitual. Todo fue un mal sueño tan absurdo que hasta le dio vergüenza comentárselo a su compañero. Él sigue leyendo apaciblemente. Marina no puede evitar asomarse cada dos por tres a su ventana con vistas, cuando su retina se recrea con ese azul verdoso, único e incomparable, a veces, hasta se le escapa alguna lágrima…
Pero, ¡bueno!, ¿a qué viene emocionarse? Y habla sola. No te preocupes Marina: llora, ríe, ¡siente!
@angels_blaus